Introducción
EL MITO DE PROMETEO
La antropología filosófica se preocupa por el hombre en todo el sentido de la dimensiones de la vida huma. Una de las fuentes más honestas, creativas y recurrentes cuándo nos preguntamos sobre la relación o la necesidad que existe entre hombre y educación, son los mitos.
El mito no es algo falso, es una explicación precientífica de la realidad. Mientras la ciencia posee una verdad demostrativa, el mito posee una verdad discursiva.
Actividad
El educando leerá el siguiente mito y redactará en
una cuartilla el sentido educativo que existe dentro de él, es decir,
tratará de justificar filosóficamente el mito como una narración
pedagógica.
Nota:si
la actividad es a mano serán dos cuartillas, si es a computadora sólo
una. Debe contener datos de identificación. Enviar al terminar la hora
clase.
EL MITO DE PROMETEO
El camino mejor y más fácil para
llegar a comprender la naturaleza y las tareas de la educación es, quizás, el
mito de Prometeo, tal y como se expone en el Protágoras de Platón.
Hélo aquí, tal como en ese
diálogo lo expone Protágoras mismo: cuando los dioses hubieron plasmado las
estirpes animales, encargaron a Prometeo y a Epimeteo que distribuyen
convenientemente entre ellas todas aquellas cualidades de que debían estar
provistas para sobrevivir. Epimeteo se encargó de la distribución. En el
reparto dio a algunos la fuerza pero no la velocidad; a otros, los más débiles,
reservó la velocidad para que, ante el peligro, pudieran salvarse con la fuga;
concedió a unos armas naturales de ofensa o defensa y, a los que no dotó de
éstas, sí de medios diversos que garantizasen su salvación. Dio a los pequeños
alas para huir o cuevas subterráneas y escondrijos donde guarecerse. A los
grandes, a los vigorosos, en su propia corpulencia aseguró su defensa.
En una palabra, guardó un justo
equilibrio en el reparto de facultades y dones de modo que ninguna raza se
viese obligada a desaparecer. Les distribuyó además espesas pelambreras y
pieles muy gruesas, buena defensa contra el frío y el calor. Y procuró a cada
especie animal un alimento distinto: las hierbas de la tierra o los frutos de
los árboles, o las raíces, o bien, a algunos la carne de los otros. Sin
embargo, a los carnívoros les dio posteridad limitada, mientras que a sus
víctimas concedió prole abundante, de forma de garantizar la continuidad de su
especie.
Ahora bien, Epimeteo, cuya
sagacidad e inteligencia no eran perfectas, no cayó en la cuenta de que había
gastado todas las facultades en los animales irracionales y de que el género
humano había quedado sin equipar. En este punto, llegó Prometeo a examinar la
distribución hecha por Epimeteo y vio que, si bien todas las razas estaban
convenientemente provistas para su conservación, el hombre estaba desnudo,
descalzo y no tenía ni defensas contra la intemperie ni armas naturales. Fue
entonces cuando Prometeo decidió robar a Hefestos y a Atenea el fuego y la
habilidad mecánica, con el objeto de regalarlos al hombre. De ese modo, con la
habilidad mecánica y el fuego, el hombre entró en posesión de cuanto era
preciso para protegerse y defenderse, así como de los instrumentos y las armas
aptos para procurarse el alimento, de que había quedado desprovisto con la
incauta distribución de Epimeteo.
Gracias a la habilidad mecánica
el hombre pudo inventar los albergues, los vestidos, el calzado, así como los
instrumentos y las armas para conseguir los alimentos. Además dispuso del arte
de emitir sonidos y palabras articuladas, y fue además el único entre los
animales capaz, en cuanto partícipe de una habilidad divina, de honrar a los
dioses, y construir altares e imágenes de la divinidad. Pero así y todo, los
hombres no tenían la vida asegurada porque vivían dispersos y no podían luchar
ventajosamente contra las fieras. Fue entonces cuando trataron de reunirse y
fundar ciudades que les sirviesen de abrigo; pero una vez reunidos, no
poseyendo el arte político, es decir, de convivir, se ofendían unos a otros y
pronto empezaron a dispersarse de nuevo y a perecer.
Entonces, Zeus tuvo que
intervenir para salvar por segunda vez al género humano de la dispersión, y
para ello envió a Hermes a fin de que trajese a los hombres el respeto
recíproco y la justicia, con objeto de que fuesen principios ordenadores de las
humanas comunidades y crearan entre los ciudadanos lazos de solidaridad y
concordia. Y, a diferencia de las artes mecánicas, que en modo alguno fueron
dadas todas a todos puesto que, por ejemplo, un sólo médico basta para muchos
que ignoran el arte de la medicina, Zeus dispuso que todos participaran del
arte político, es decir, del respeto recíproco y de la justicia y que quienes
se negaran a participar de ellos fueran expulsados de la comunidad humana o
condenados a muerte.
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