En una charla que dio a sus alumnos, el
filósofo español Julián Marías, al hablar de Kant sostuvo: “…Por tanto, la
pregunta no sería «¿qué es el hombre?», la pregunta sería «¿quién soy yo?».
Pero esta pregunta va acompañada de otra, inseparable: «¿Qué va a ser de mí?» Si
yo sé quién soy, si yo me veo a mí mismo como persona, como alguien, no por eso
acabo de saber qué va a ser de mí. Si, por otra parte, quiero tener la
certidumbre acerca de qué va a ser de mí, necesito evidentemente apoyarme en
algo estable y ejecuto la operación de -en cierto modo- cosificación.
¿Es dramática la vida humana? Una primera
respuesta indica que sí, y que este dramatismo es más proverbial y más agudo en
algunas personas, sea por el destino que les toca o porque su profunda
sensibilidad les multiplica el sentimiento que es efecto del drama.
Son estos interrogantes profundos, que sólo
puede desmenuzar, analizar, una mente muy elevada y en ocasiones desconozco si
las respuestas encontradas por tal mente constituyen la verdad.
Y en medio
de este intrincado problema insoluble, entonces aparece la fe que dice: si la
razón no puede darte la respuesta y te arrincona contra la desesperación, aquí
estoy yo para que no enloquezcas, para que no pierdas esa razón que debe actuar
en ciertos límites.
La vida del
hombre es dramática, como bien dice el maestro Marías, porque precisamente la
razón no ha encontrado la respuesta a qué es el hombre en cuanto a ser
trascendente. Alguien podrá decir: el hombre es esto y nada más ¿Por qué
esperar algo más? Yo no creo eso, aunque a veces estoy al borde de aceptar la
fe término por aceptar que solo es un sueño. Y he aquí el otro drama del
hombre, cuando acepta que la fe es una utopía.
Y allí se
produce el gran hueco de la existencia humana, el gran cono de sombras y la
gran soledad: cuando la razón no puede dar explicaciones y la fe se compone de
ilusiones. Es por eso, lo reitero, que la vida de ciertos hombres es a veces
dramática. Entonces se consuma el verdadero drama: el ser humano es imperfecto
y por tanto traidor, mezquino, capaz de odiar, de asesinar, de aplastar a su
hermano sin miramientos ¿Y dios? Ausente.
Si yo fuera
alumno de Marías, me atrevería a preguntarle: ¿Maestro, si deseo y puedo actuar
para ser un “yo” con determinadas características y hacer conforme a ellas, no
estoy respondiéndome a dos preguntas?: ¿qué soy y qué quiero llegar a ser? Creo
que la vida humana es menos dramática cuando al fin tenemos claro qué queremos
llegar a ser y accionamos para alcanzar el propósito.
Pero claro,
luego golpea a nuestra mente otra bruja disfrazada de pregunta: ¿Y eso es todo?
Y allí comienza otra vez el drama… para algunos.
Actividad para el 13 de julio de 2020
Instrucciones
Lee el siguiente mito, posteriormente responderás en
al menos una cuartilla a la siguiente pregunta: ¿Cuál crees que es el
significado actual de este mito?, es decir, de qué manera el Mito de Sísifo proyecta la
forma de vida contemporánea del hombre.
Como complemento a la primera actividad,
responderás en al menos una cuartilla a estas otras preguntas: ¿qué soy y qué
quiero llegar a ser?
El mito de Sísifo
Sísifo era el hijo del dios Eolo y fue rey de la misma ciudad que
él mismo fundó, Corinto, y durante su reinado siempre destacó por su gran
ingenio a la horade gobernar.
Mandó construir unas murallas alrededor de Corinto
e hizo que todos los viajeros tuviesen que pagar por pasar por esa ciudad.
Contaba con muchísimos rebaños de ganado en su
ciudad y como vecino tenía a Autólico, quien tenía el beneplácito del dios
Hermes, el que le había otorgado el poder de convertir los toros en vacas
y pasarlas del color blanco a rojo, con lo que el verdadero dueño del ganado
nunca encontraría sus reses, a pesar de estar frente a él o muy cerca.
La astucia de Sísifo
Poco a poco, Sísifo vio cómo sus rebaños iban
menguando y comenzó a sospechar de que algo extraño pasaba, por lo que
intentó poner remedio al asunto grabando en las pezuñas de sus reses una frase:
“Me ha robado Autólico” en pequeño tamaño, lo que demostraría que las vacas
habían sido robadas.
Ante tal gesto de astucia, Autólico envió a su
hija Anticlea para enamorar a Sísifo y que tuviera hijos con él para heredar su
inteligencia y astucia para poder lucrarse posteriormente con el ingenio de
los hijos de su hija.
Pero Sísifo no solamente demostró astucia en este
caso de los robos de reses sino que consiguió engañar a los dioses. Un
día en el que estaba en su palacio, Sísifo vio una gran águila que portaba en
sus garras una mujer.
En este caso, el águila era una imagen del
mismísimo dios Zeus, quien había raptado a Egina, la hija de Asopo, dios de los
ríos. Poco tiempo después, Asopo acudió a pedir ayuda a Sísifo, conocedor de su
astucia.
Sísifo le dijo que le diría el nombre de quien
había raptado a su hija si, a cambio, creaba un río en la colina donde estaba
creciendo la ciudad de Corinto, a lo que Asopo accedió.
Sísifo le dijo que había sido Zeus, quien al advertir la presencia
de Asopo se convirtió en una piedra para no poder ser detectado.
El castigo de Sísifo
Zeus castigó a Sísifo a ir al mundo de los muertos,
con su hermano, el dios Hades, pero gracias a su astucia volvió a escapar de
las manos de este dios, posteriormente de Hermes, quien tenía el poder de
visitar tanto el Olimpo como el mundo de los dioses e incluso de Perséfone, la esposa de Hades.
Pero finalmente Hermes consiguió atraparlo y
llevarlo al reino de Hades, donde fue condenado a subir con una enorme roca
a lo alto de una colina y cuando ésta estaba arriba se caía, con lo que ese
era el destino de Sísifo, repetir una y otra vez lo mismo durante la eternidad.
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